Dos dedos de pie artificiales, uno de  ellos encontrado en los restos de una momia egipcia, podrían ser las primeras  prótesis funcionales del cuerpo humano descubiertas.
    
  Los restos, que datan del año 600 antes de Cristo, superarían en  varios siglos al descubrimiento de la pierna encontrada entre los restos  romanos de Capua y que se considera la primera prótesis de la que tenemos  historia (300adC).
      La investigación de la doctora Jacky Finch, de la Universidad de  Manchester, en Reino Unido, cuya investigación preliminar aparece esta semana  en la revista médica The Lancet, ha  demostrado que los dedos de pie de madera no fueron añadidos simplemente como  restos funerarios, sino que las prótesis encontradas se utilizaban realmente  para caminar.
    Finch estudió dos piezas, el conocido como dedo de Greville  Chester, que fue encontrado cerca de Luxor, en Egipto y que data del año 600  antes de Cristo.
      El dedo de Greville Chester -que se encuentra expuesto en el  Museo Británico de Londres- fue construido de forma artesanal utilizando como  material una especie de cartonaje unido con lino y material de pegamento  extraído de animales y, finalmente, recubierto con yeso teñido.
      El segundo dedo artificial estudiado perteneció a la momia de la  hija de un sacerdote egipcio llamada Tabaketenmut. Al parecer Tabaketenmut  perdió su extremidad como consecuencia de una diabetes que le causó gangrena  isquémica.
  Prótesis primitivas
  El desgaste del dedo de Greville y los importantes elementos de  diseño del dedo de El Cairo me llevaron a pensar que quizá estas prótesis se  habían utilizado en la vida real
    En este caso el dedo estaba construido usando tres piezas  unidas, dos de madera, y la tercera posiblemente de cuero. Mediante el uso de  distintos agujeros y a través de complejos técnicas difíciles de reproducir  incluso hoy día se logró unir una parte a otra.
    Para saber si estas prótesis primitivas fueron o no utilizadas  en su día para andar, la doctora Finch realizó réplicas de los instrumentos en  su laboratorio y buscó a dos voluntarios que habían perdido el dedo gordo del  pie derecho para que pudieran probar si funcionaba.
  "Para que el dispositivo pueda considerarse una prótesis  verdadera ha de cumplir una serie de requisitos", escribe la doctora Finch  en su artículo.
  "El material ha de ser capaz de soportar el peso del cuerpo  y su fuerza, de forma que no se parta o rompa con el uso. La proporción es  importante y la apariencia ha de ser lo suficientemente similar a una real para  que sea aceptada tanto por la persona que lo porta como por los que le  rodean", explica.
  Sandalias egipcias
  Según afirma el artículo, se calcula que el dedo gordo del pie  soporta el 40% del peso del cuerpo y es el encargado de la propulsión hacia  delante, aunque aquellos que no lo tienen pueden adaptarse bien.
    Para determinar el nivel de función de una prótesis, además, se  requiere la aplicación de técnicas de marcha que incluye el uso de cámaras  integradas y de dispositivos de presión a lo largo del trayecto, para  asegurarse que no fuerza a otras partes del pie.
    A los voluntarios se le pidió que andaran en réplicas de  sandalias egipcias y, aunque no se esperaba que pudieran andar como con un dedo  real, uno de ellos reportó ser capaz de andar extremadamente bien con ambas prótesis.
    Y lo que es más importante, no se registró presión extra para el  pie en ninguno de los dedos. Los dos voluntarios afirmaron que el dedo de  madera era especialmente cómodo.
  "El desgaste del dedo de Greville y los importantes  elementos de diseño del dedo de El Cairo me llevaron a pensar que quizá estas  prótesis se habían utilizado en la vida real y no eran simplemente añadidos al  pie en las momificaciones por razones relacionadas con la religión o los  rituales religiosos", añade la investigadora.
  "Los resultados sugieren fuertemente que ambos diseños  pueden funcionar como sustituto de un dedo perdido y por lo tanto podría ser  clasificados como prótesis funcionales", asegura la investigadora.
  "Si esto es así podríamos decir que los primeros atisbos de  este tipo de medicina deberían de anclarse en los pies de los antiguos  egipcios", concluye Finch.