Un testimonio pétreo del prólogo de la fascinante civilización  egipcia. Cinco mil años después, en las proximidades de Asuán -a unos 800  kilómetros de El Cairo- arqueólogos estadounidenses e italianos han descubierto  tallada en una roca una inscripción con el dibujo más antiguo de un rey egipcio.
    
  Según el mediático ministro de Antigüedades egipcio, Zahi Hawas,  el monarca, que lleva una corona blanca del Alto Egipto, pertenece a la llamada  Dinastía cero (3.200-3.000 a.C.), un período que asistió a un complejo proceso  de unificación política hasta la creación del estado y el nacimiento de la  primera dinastía.
    
  El hallazgo incluye una serie de jeroglíficos, cuya escritura surgió por  aquel entonces, y las primeras estampas de una celebración real -que es  exactamente igual que la conocida en las diferentes épocas faraónicas-, declaró  en un comunicado Hawas, que se encuentra esta semana en Perú participando en la  segunda conferencia de países que litigan aún por recuperar su patrimonio  expoliado.
    
  En el bajorrelieve, el faraón lleva una corona y está escoltado por fieles de Horus (dios celeste, iniciador de la  civilización egipcia y símbolo de la zona fértil del valle del Nilo) o una  comitiva real. También están representadas escenas de enfrentamientos,  celebraciones en barcas, símbolos del poder político y animales.
    
  El hallazgo se produjo en la zona de Al Hamdulab, al noroeste de  la ciudad de Asuán. A juicio de la arqueóloga María Carmela Gato, directora de  la misión, el descubrimiento es "una actualización o finalización de los trabajos" llevados a cabo en la orilla oeste del  río Nilo. El páramo está repleto de dibujos e inscripciones antiguas, muchas de  las cuales aún no han sido reveladas.
    
  Gato considera que la importancia del descubrimiento se  encuentra en su composición. Esta pieza del arte rupestre de la época  predinástica "representa una procesión de barcas supervisada por el rey acompañado de dos  abanderados, un cortesano y un perro". Y muestra similitudes con las escenas talladas en la paleta  de Narmer, una placa de pizarra que algunos estudiosos consideran el icono de  la unificación del Alto y Bajo Egipto y uno de los vestigios de Nejen, la  capital del sur.